Relato de una incomodidad

Como quién no quiere la cosa, me levanté despacito para que no se despierte...




Se había dormido sobre mi hombro. Roncando, porque le había quedado la cabeza torcida. Pero cada vez que yo trataba de quitar mi brazo para que pudiera acomodarse, hacía todavía más fuerza para mi lado y su cabeza llegó a quedar casi en el medio de mi pecho.

El problema era que no me dejaba dormir. Mi hombro y mi brazo ya no los sentía. Se habían dormido también por el peso de su sueño.

Cada vez su cuerpo más encima mío y yo cada vez más al borde.

Al principio era una incomodidad que estaba disfrutando, pero de a poco ya no me hacía tanta gracia.

Mis muslos los sentía como fuego, ya casi me quemaba la piel. Tal era el calor que emanaba que a pesar del frío del ambiente por el invierno que no terminaba de irse, terminé destapándome del lado que daba al borde de la cama, al menos para que mi cuerpo volviera a su temperatura normal.

Acostumbrada a dormir sola me pregunté de pronto en qué estaba pensando cuando accedí a que se quedara a compartir mi cama.

Estaba aburrida... no podía dormir... qué hacía?

Prendí la tele con la mano que tenía libre. Hizo un movimiento leve y un soplido. Supongo que fue la luz del televisor que le molestó su sueño. No podía ser el volumen, porque estaba bajo del todo.

Volvió a moverse nuevamente hacia  mi lado. El peso de su cuerpo era tal, que estaba casi dejándome fuera de la cama, y aunque yo empujaba para el otro lado, no lograba ganar ni un milímetro.
Era una lucha cuerpo a cuerpo por el espacio, pero una lucha que yo estaba perdiendo... estaba perdiendo MI CAMA!

Finalmente me cansé de empujar, y ahí fue cuando terminé colgando... podría haber caído del todo pero como mi brazo seguía aprisionado me impidió tocar el suelo.

Así que desistí...  y como quien no quiere la cosa, me levanté despacito para que no se despierte.

Agarré una frazada y me fui al sillón del living.
Prendí la tele. Ni me gasté en cambiar de canal, ya que justo estaba empezando una peli vieja que ya había visto y que no me interesaba, lo cual era justamente el tipo de arrullo que necesitaba de fondo para poder volver a dormirme.






- ¿Qué hacés en el sillón? Son las 7 de la mañana... pasaste toda la noche acá?
- Sí, má. Niebla no me dejaba dormir...